Bien dijo un sabio, "Lo otaku nunca te deja, solo duerme hasta que está listo para volver a salir". O algo así. Si me conocen sabrán que Usagi Tsukino me representa en un nivel espiritual. Siempre asocié mi gusto por el anime como algo vergonzoso. Saquémoslo de donde sea: el internet, la escuela, la familia, las revistas... Sí, todos hemos visto los memes sobre el *aroma* potente de los otakus y probablemente vimos el episodio de la Rosa de Guadalupe donde hacen cosplay, y se vuelve todo un gran chiste, ¿no? Pero para la niña de 12 años que amaba el anime, todo esto fue un bombardeo innecesario a una inseguridad creciente, que derivaría en una pasión guardada y secreta. Permitir que las opiniones ajenas destruyeran mi amor por el anime es parte del proceso que, a esta fecha, sigo desarrollando, llamado "self love, confidence y otras herramientas necesarias para ejercer en la autenticidad". Corrección, seguiré desarrollando; ese crecimiento personal no es inmediat...