Les comparto una foto de un lugar que extraño mucho: Chiapas.
Hace un tiempo que formulé esta oración en mi cabeza. Para quienes se han cambiado de ciudad, dejando atrás una vida para crear una nueva a donde vamos, sabemos que es casi imposible no pensar en lo que se queda. En las amistades que solíamos ver con frecuencia y solo estaban a una corta distancia, en los restaurantes donde probamos la comida típica, y no tanto, del lugar; en las películas del cine, los museos, lo que sea. Entendí desde muy niña que mudarme era una nueva oportunidad para la reinvención de mi espacio y de mi persona, donde podía dejar atrás aquello que no me agradaba mucho y empezar de nuevo, de cero. Pero con el tiempo también vas dejando cosas que sí te gustan, y eso es lo verdaderamente difícil de pensar en los días rudos.
Me considero una persona muy adaptable. Mi naturaleza Tauro surge en otros aspectos, pero cuando se trata de moverme y sumergirme a mi entorno, soy bastante flexible. Me encanta el prospecto de renovación constante, y si no me creen, solo hace falta ver mi cabello en el último año para saber que no le tengo tanto miedo al cambio. Pero hay un huequito, a veces más grande, que queda siempre en mi corazón, donde estaban las personas, lugares y momentos que se lleva el tiempo. Y aunque es una carga que he aprendido a sobrellevar, no significa que no sea pesada, y creo que es difícil a veces hablarlo porque son experiencias que no todes experimentamos igual.
Este último año y medio me ha hecho ese hueco más grande, llenándolo de las cotidianidades que daba por sentado y que fueron arrebatadas, interrumpidas, cambiadas durante la pandemia. Hay momentos donde el extrañar viene con agradecer, con recordar con amor los momentos padrísimos llenos de risas y drinks y pizza y libertad. Hay incontables memorias que olvidé y dejé con gusto en el pasado, de todo lo malo que ahora veo casi inconsecuente. Hay dolores que, como las heridas físicas, solo salen a relucir con la lluvia; hay cicatrices que arden todavía cuando un recuerdo de Facebook o una canción evocan a personas que ya no son, que ya no están.
Bien se dice que todo es un proceso y yo estoy en proceso de crecer, y duele más que cuando creces físicamente de niño porque no siempre tenemos las herramientas suficientes para entender el duelo por amistades que terminan abruptamente, rutinas corrompidas por una crisis mundial, parejas separadas por la distancia y el desinterés. Sigo siendo partidaria de que en el momento en el que dejas de crecer y aprender de la vida estás oficialmente estancade, y poco me aterra cómo quedarme así, congelada. Así que, en lo que dejo lo que no quiero para mí, lo que ya no me aporta a la persona que soy ni a la que quiero ser, habrá dolor; al menos es un dolor que es menos pesado cuando lo sobrellevas con tus seres queridos, quienes sean.
Pero siempre estoy extrañando a alguien, aunque no quiera, aunque ya no me quieran, aunque ya no estén, aunque nunca estuvieran.
Recomendación musical para acompañar la entrada: “right where you left me” de Taylor Swift
Comentarios
Publicar un comentario