Si me conociste en persona en los últimos meses (más bien, en mi vida), sabrás que es poco el tiempo que pasa antes de que me haga algo nuevo en el cabello. Me he visto con el cabello corto casi al ras y a un largo justo arriba de la cintura. Variedades de tonos rosas, desde la mitad hacia abajo, o de la punta a la raíz. Flecos bien hechos y otros cortados con las patas (o resultados de múltiples intentos propios de emparejarlo, con tal de no repetir el incidente del 2016 en el salón de belleza). Un permanente que me dio los rizos que nunca tendré naturalmente en mi cabeza rubia y lacia, y un decolorado que succionó cualquier rastro de hidratación que le quedaba a mi cabello. En fin, le tendré miedo a muchísimas cosas, ¿pero a cambiar mi cabello? Nunca. (Pequeño tip: lo que sea que se hagan en el cabello se siente 10 veces más épico si lo hacen mientras escuchan esta parte del soundtrack de Mulán). Siempre fue para expresarme. Para sacudirme de opiniones que no pedí de gente que creía ...