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El cabello (y uno mismo) siempre crece

Si me conociste en persona en los últimos meses (más bien, en mi vida), sabrás que es poco el tiempo que pasa antes de que me haga algo nuevo en el cabello. Me he visto con el cabello corto casi al ras y a un largo justo arriba de la cintura. Variedades de tonos rosas, desde la mitad hacia abajo, o de la punta a la raíz. Flecos bien hechos y otros cortados con las patas (o resultados de múltiples intentos propios de emparejarlo, con tal de no repetir el incidente del 2016 en el salón de belleza). Un permanente que me dio los rizos que nunca tendré naturalmente en mi cabeza rubia y lacia, y un decolorado que succionó cualquier rastro de hidratación que le quedaba a mi cabello.

En fin, le tendré miedo a muchísimas cosas, ¿pero a cambiar mi cabello? Nunca.


(Pequeño tip: lo que sea que se hagan en el cabello se siente 10 veces más épico si lo hacen mientras escuchan esta parte del soundtrack de Mulán).

Siempre fue para expresarme. Para sacudirme de opiniones que no pedí de gente que creía que me hacía un bien (newsflash: no lo hacen). Para emular el look de mi personaje favorito de Crepúsculo. Para romper con estereotipos de género y demostrarle al mundo que el cabello sólo tiene el poder que le damos nosotres, nada más. Si me preguntan “¿Me debería hacer esto o lo otro en mi cabello?”, mi respuesta siempre será que sí, así que si buscan a alguien que les quite esa idea de la cabeza... Mejor no me contacten.

¿Qué tienes que perder? Don't get me wrong, no menosprecio el poder que tiene un bad hair day y sé que algunes lo usamos como escudo en más de alguna ocasión. Sé lo que se siente verte en el espejo del salón y querer llorar porque el resultado es lejos de lo que querías. Pero realmente, cuestionémonos, ¿qué tenemos que perder? O mejor aún, ¿qué podemos ganar?

Porque la ganancia, ah, la dulce ganancia, es que podemos derrotar al monstruo terrible que conocemos como inseguridad. Es fantásticamente increíble el poder que un par de recortes, un poco de tinte y una secadora con un buen cepillo redondo pueden cambiar nuestra perspectiva de la vida entera. Lo hacemos porque nos aburrimos, porque queremos cerrar ciclos, porque nos gusta el color que queremos ponernos... No te preocupes, que no todo debe tener un significado tan profundo. Si te faltan razones, te doy una: porque quieres. 

Entre las muchas ideas que la sociedad se empeña en imponernos para alimentar inseguridades, que nos llevarán a llenar las carteras de empresarios millonarios, recuperar nuestra autonomía a través de actos aparentemente pequeños en práctica, pero enormes en espíritu, es una de mis formas favoritas de reiterar nuestra libertad. El mundo está ardiendo (literal y metafóricamente, aunque deberíamos hablar más de cómo está ardiendo literalmente), ¿y te vas a quedar con la duda de cómo se te vería tu dream hair? 

Go for it. Y si el resultado no es lo que esperabas, recuerda que el cabello vuelve a crecer. Y tu también lo harás. <3



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